Por Facundo Bianco
Nadie sabe si lo hizo, pero deberá haber considerado un premio el haberse despedido el Día del Periodista. Un premio injusto. Un premio que confunde el periodismo, tanto como confundió él su rol de comunicador con su innegable capacidad de lobbista. Para muchos argentinos es probable que permanezca en la memoria colectiva como una de las tantas paradojas que suceden nuestra historia, una tras otra.
Murió a los 83 años. Se fue con lo que sembró tras más de medio siglo de profesión: una mansión en Martínez, amigos como la nunca bienvenida María Julia Alsogaray llorando frente a su lecho de muerte, y un reducido séquito de aduladores, todos vinculados a sectores de poder.
Murió a los 83 años. Se fue con lo que sembró tras más de medio siglo de profesión: una mansión en Martínez, amigos como la nunca bienvenida María Julia Alsogaray llorando frente a su lecho de muerte, y un reducido séquito de aduladores, todos vinculados a sectores de poder.
Así se fue Bernardo Neustadt, un rumano que supieron adoptar estas (muchas veces) generosas tierras. De profesión periodista, lo recordarán algunos. Otros, como vocero de la última Dictadura Militar y del gobierno menemista. Defendió con uñas y dientes las políticas neoliberales de ambos procesos, desde su histórico programa Tiempo Nuevo. Ese mismo programa fue testigo de momentos que se tornan incalificables por la indignación que generan, como los brindis con champagne con el por entonces presidente Menem, cada vez que éste privatizaba una empresa estatal. Era tal el pacto con el riojano, que él mismo llegó a conducir una emisión del programa, cedido gentilmente por Neustadt, que permanecía internado en una clínica.
Ni siquiera con el paso del tiempo, su fascinación por el menemismo -o por los privilegios que éste le daba-, cambió: "Estoy apasionado por este modelo económico, que es mentira que produzca más pobres, que los fabrique", llegó a declarar por aquella década infame. No se quedó allí, e insistió. "Leí el otro día que el 50% de los argentinos está con sobrepeso. Y ¿dónde está el hambre entonces?", preguntó con actuada ingenuidad y asombro en el Canal P&E, en 2004.
Se fue un títere del poder. Neustadt fue el inventor de la famosa “Doña Rosa”, ese personaje ficticio, símbolo de la expresión más tilinga de la clase media, ante quien justificaba cada intervención de políticas que iban dejando al Estado argentino reducido a su mínima expresión. Fue amigo y enemigo de Mariano Grondona, según exigieron los intereses y la situación de cada momento.
Sus restos fueron velados el domingo en su casa de Martínez. El desfile de personajes incluyó a los ex presidentes Carlos Menem y Fernando de la Rúa, el ministro del Interior, Aníbal Fernández, y el mediático "Chiche" Gelblung.
“Yo opino, no informo, no investigo, no voy a ver gente”, le confesó a Página/12 durante una entrevista. Desde su web, y el diario Ámbito Financiero, lanzó predicciones apocalípticas contra los Kirchner y su gobierno, hasta el día anterior a su muerte. Contó de su afinidad con Elisa Carrió, y dedicó sus últimos años en el periodismo, entre otras cosas, a impulsar la candidatura a gobernador del falso ingeniero Blumberg.
Antes de partir, eligió un momento que lo describe tal cual fue, para hacer una de sus últimas apariciones públicas: junto a Carlos Menem visitó al represor Luis Patti, en el penal de Marcos Paz. "Yo no necesito al poder; es el poder el que me necesita a mí. Ellos tienen el gobierno y yo el poder: el poder de la gente", declaró en Marzo de 1994, al diario La Prensa.
Este fanático hincha de Racing se fue con un deseo: que alguien pusiera la leyenda “Ayudó a pensar", bajo la cruz de su tumba. Distintas generaciones darán su veredicto, y el tiempo dirá si alguno de sus amigos cumplirá con el último deseo de este eterno periodista de alquiler.
No lo dejaron solo, pero vivió mal acompañado hasta el último día. Dime con quién andas…
No lo dejaron solo, pero vivió mal acompañado hasta el último día. Dime con quién andas…
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