21 de julio de 2013

Cerca de Dios o...


Por Matías Alba

“El nuevo Papa es Bergoglio. El argentino”. Ese fue el mensaje que recibí de mi mujer, al anunciarse al mundo el nombre del nuevo sumo pontífice. ¿Mi reacción? Agarrarme la cabeza y exclamar: “Este facho tenía que ser”. Mis sentimientos estaban completamente enredados, como si fueran un conjunto de cables telefónicos totalmente enmarañados. En ese instante, me acordé de sus dichos en contra del matrimonio igualitario, sus exclamaciones a favor de la derecha argentina y, sobre todo, no podía sacarme de la cabeza la acusación sobre su persona de “entregar” a dos colegas suyo durante la Dictadura Militar que azotó al país en los ’70.
  Por tal motivo, desde su asunción empecé a escuchar atentamente todo lo que se decía del ex Cardenal y a leer e investigar las notas periodísticas que se referían a él y su nuevo papel como la máxima jerarquía dentro de la iglesia católica.
  En primer lugar –y también podría ser una forma de autoconvencerme- es obvio que un cura como lo fue Carlos Mugica o, en la actualidad, el Padre Pepe nunca llegarían a ser Papa. Guste o no, es así, y hay que asumirlo. Y por otro lado, sobre la tremenda acusación de su “entrega” a dos párrocos durante la Dictadura, fue más que productivo todo lo que pude estudiar, escuchar y deducir. Recordemos que según las investigaciones del reconocido periodista Horacio Verbitsky, Bergoglio, durante su desempeño como provincial de la Compañía de Jesús entre 1973 y 1979, entregó a los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics a manos de los militares. “Ambos estuvieron secuestrados cinco meses a partir de mayo de 1976. En cambio nunca reaparecieron las cuatro catequistas y dos de sus esposos secuestrados dentro del mismo operativo. Entre ellos estaban Mónica Candelaria Mignone, hija del fundador del CELS, Emilio Mignone, y María Marta Vázquez Ocampo, de la presidente de Madres de Plaza de Mayo, Martha Ocampo de Vázquez”, aseguró Verbitsky. Y de acuerdo con el libro “El silencio”, publicado por el periodista en 2005, Bergoglio habría quitado la licencia eclesiástica a Yorio y a Francisco Jalics, otro cura torturado, lo cual lo vincularía con su secuestro. “He encontrado una serie de documentos que no dejan lugar a dudas”, aseguró el escritor sobre la presunta participación del papa en la dictadura.
  Sin embargo, también hubo varios periodistas que afirmaron lo contrario que Verbitsky y –también con documentos mediante- reflejaron que el ahora Papa no tuvo nada que ver con el secuestro de ambos párrocos. “No hay ningún vínculo que lo relacione con la dictadura. Hubo obispos que fueron cómplices, pero Bergoglio no”, respondió Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz en 1980, sobre estas acusaciones.
  Además, vale destacar que Verbitsky es autor de una batería de artículos citando el caso de estos curas secuetrados, pero no menciona que fueron liberados. El propio Jalics en el portal de los jesuitas alemanes sostiene que "nos interrogaron durante cinco días y luego me dijeron: ´Padre, usted no tiene nada que ver, vuelva a trabajar en las villas´", según su propio testimonio. Yorio murió en 2000 en Uruguay, mientras que Jalics se refugió en la meditación y el rezo.
  Bergoglio contestó a las acusaciones en 2010, en el libro "El jesuita" y rechazó tal colaboración. Hace poco tiempo, la ex abogada militante por los derechos humanos Alicia Oliveira dijo que cuando se tuvo que refugiar, "Bergoglio me ayudó". Y agregó: "Vivía conmigo Nilda Garré (la ministra de Seguridad actual) así que ella lo sabe".
  Por su parte, Mauro Federico, periodista que respeto y se desempeña en el programa radial “Perros de la calle” y como panelista de “Duro de Domar” (canal 9) afirmó: “Se sabe y ha quedado probado en más de un juicio, que muchos integrantes de las cúpulas clericales formaron parte del sustento espiritual de los genocidas. Incluso que varios participaron de las sesiones de picana que se les daba a los secuestrados con la excusa de "confesarlos" o darles "la extrama unción", en búsqueda de ese dato que permitiera capturar a otro "subversivo". Pero no hay ningún hecho concreto que ligue definitivamente a Bergoglio con estas prácticas siniestras. Todas las denuncias presentadas, con sus correspondientes testimonios y pruebas, no fueron lo suficientemente contundentes como para promover siquiera el juzgamiento de este miembro de la compañía de Jesús que se acaba de transformar en el primer pontífice no europeo de la historia. Y más de una voz autorizada en la materia se alzó en su defensa”.
  En fin, con toda esta sopa de informaciones y denuncias, mis sentimientos son una dicotomía constante. Y lo único que me queda es rezar para que Francisco I haga su trabajo lo mejor posible, que los más de 1.200 millones de creyentes encuentren positivo a su nuevo seguidor y creer –si debería hacerlo- que Jorguito ya le habrá pedido perdón al todopoderoso o, de lo contrario, estará con la conciencia tranquila.
  Dios sabrá…


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