12 de marzo de 2011

Hasta siempre...

Por Matías Alba.


Parece mentira las cosas de la vida. No puedo entender como algunas veces tengo que escribir una nota para volcar en palabras la felicidad que tengo por algún acontecimiento importante en mi vida o –como en esta oportunidad- para poder expresar el dolor y la angustia que padezco.
  Increíblemente, ahora tengo que hablarte a vos Pedrito, que el jueves me dijiste adiós…
  Si hay partidas, no hay dudas que la tuya es de las más inexplicables. Cuando me enteré, una acumulación de sentimientos se juntaron en mi cabeza y corazón. Y enojos también.
  La verdad que relativamente nos conocimos poco tiempo, pero en ese lapso no dejaste de demostrarme lo excelente persona que fuiste. Siempre teniéndome en cuenta para cosas o eventos importantes, brindándote para lo que necesite yo o alguien de mi familia. Tampoco puedo olvidar cuando no nos veíamos por dos semanas y recibía tus mensajes de texto con el infaltable: “Qué hacés desaparecido”, y siempre acompañado de una palabrota delante o detrás de la frase. Me río pensándolo. Obviamente, yo te respondía con otra.
  Tampoco olvidaré la hermosa y especial salida que hicimos al cine y después a tomar algo. “Vos que te hacés el amante del Che Guevara, vení que te llevo a un lugar top”, me dijiste con tu siempre sonrisa cómplice. Y ahí desembarcamos en el bar del Hotel de Alan Faena. ¡Qué bien que la pasamos! Nos contamos y confesamos de todo.
  También recuerdo con carcajadas el show improvisado de “pasitos de canciones” que hicimos en el escenario del cumpleaños de quince de tu hija. La rompimos… ¡Qué caraduras, por Dios!
  Pedro querido, gracias por aparecer en mi camino y ayudarme a hacerla más feliz. También, como una persona muy vinculada a la iglesia que fuiste, muchas gracias por enseñarme a creer y tener más fé. Por eso ahora (aunque hay hechos que me cuesta entenderlos), sé que arriba te recibieron por la puerta grande y que estás en un maravilloso lugar y que todos los que te queríamos tenemos un nuevo ángel en nuestras vidas.
  Me duele mucho que todavía nos quedaba mucho por conocernos y que mi hijo Luca no pudo tener de amigo a una persona como vos. Sin embargo, me tranquiliza que te dije todo lo que te quería personalmente y que sabías lo agradecido que estaba hacia vos.
  Pedrito, te quiero muchísimo, siempre estarás en mi corazón y eternamente te recordé con esa sonrisa única que tenías.
  Hasta siempre y alguna vez nos volveremos a ver y nos daremos un abrazo interminable y nos joderemos como lo hacíamos siempre.
  Simplemente, muchas gracias amigo…

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