16 de abril de 2008

El hambre y las ganas de comer

Por Facundo Bianco

Cuesta entenderlo. Uno supone que desde las esferas de poder hay maneras mucho menos groseras de hacer llegar sus mensajes a los distintos sectores. ¿Necesita la órbita K, enviar al nefasto Luis D’Elía a “tomar la plaza”? Definitivamente no. ¿Existen otros métodos para controlar los precios, que tener a un armado Moreno como negociador? Quiero creer que sí. ¿Qué beneficio le trae al Gobierno que Hugo Moyano y sus muchachos camioneros vayan a “dar vuelta” un campamento de ganaderos durante el llamado “Piquete de la abundancia”? Opino que ninguno.

De todos modos, pareciera que la intolerancia, traducida en injustificable violencia, es la única manera que la Presidenta y los suyos encuentran para disuadir a quienes osen pararse en otra vereda.

Pero el panorama se vuelve más desolador cuando algunos de los que están parados en la otra vereda son, por ejemplo, terratenientes y millonarios exportadores del agro, el Grupo Clarín, o la clase cacerola. Es innegable el poder de Clarín como grupo con la fuerza suficiente como para desestabilizar a un Gobierno, instalar la agenda de cada día, u obrar de boletín oficial o principal opositor, saltando de una vereda a la otra según sus intereses económicos (jamás periodísticos) lo requieran. Ha sabido desarrollar la suficiente cintura para brindarle al Gobierno un “alquiler” de uno de sus productos (Página/12), o presentar un caso de corrupción oficial no comprobado, en la tapa matutina de Clarín.

Resulta casi gracioso leer a los empleados del autoproclamado “gran diario argentino”, despotricar contra la poca libertad de prensa. Debe ser difícil encontrar argumentos a tal reacción, siendo empleado de un conglomerado mediático, principal opositor a la posible (o no) implementación de una nueva ley de radiodifusión.

Contradictoria, para variar, es también la clase media: alineada detrás del lockout del campo, cerca estuvo de desempolvar sus cacerolas de teflón para despotricar contra el Gobierno por la suba de los precios, sin considerar que los precios fueron, son y serán manipulados, entre otros, por el mismo sector al que defendieron.

Oposición por oposición. Cualquier evento parece válido para manifestarse en contra de un Gobierno que, en los últimos meses de conducción, poco hizo para responder a esas reacciones con la altura que su posición requiere. Pero alinearse detrás de cualquier situación, conlleva un riesgo y un peligro muy grande al no diferenciar los intereses propios de los ajenos. Casi desaparecida la conciencia de clase, aparece parte de la media baja apoyando al sector con mayor crecimiento en la economía de los últimos cinco años. Tal situación merece, por lo menos, ser analizada por sus actores.

Por último, políticos y partidos desprestigiados sellan alianzas, las deshacen, se sacan fotos con unos, se reúnen con otros. Pero se han convertido en expertos en aprovechar circunstancias de las más variadas, para ganar cinco minutos de difusión. A cualquier precio. Nunca un proyecto, solo circunstancias más y menos propicias.

¿Será por eso que el debate resulta, en el mejor de los casos, vacío? Con “enemigos” como estos el Gobierno se puede dar el lujo de tener un patotero sentado en el palco, un ministro testaferro del matrimonio o un pistolero amenazante. Todo, por supuesto, ante la poco atenta mirada de una sociedad más preocupada por la pseudo pelea de Mario Pergolini vs. Pettinato.

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