22 de octubre de 2008

El derrumbe de una mentira


Por Facundo Bianco

Es cierto. Definitivamente no se puede dejar de lado el contexto donde sucede tal acontecimiento, los modos y la forma en que se lleva a cabo, ni la historia de quienes lo ejecutan. Pero la patada en el culo a las AFJP es uno de esos hechos que me sacan una sonrisa, y me hacen creer que puede haber un mundo mejor.

El “vale todo” menemista les brindo su total apoyo allá por los ’90, cuando el Estado rifaba las pocas cosas que una dictadura, tan asesina como neoliberal, había dejado tambaleando. Los bancos salieron a presentar sus novedosas Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones como si fueran un parque de diversiones. Las trilladas publicidades prometían larga vida al ahorrista y una felicidad plena con sus seres queridos, todos corriendo por un verde prado lleno de flores. Sí, así de fácil fue convencer a una clase media que por aquellos años miraba más que nunca al norte (y no me refiero a Salta y Jujuy).

Entonces, “sálvese quien pueda”. Cada uno ponía su plata en una caja que supuestamente le aseguraba estar ahí cuando el trabajador se jubilara. Desde ya que esto no sucedió jamás, y de paso se dejó al Estado sin el manejo de una cantidad enorme de fondos. Otra privatización más de un presidente que fue reelegido en su cargo, y amenazó con volver por más en el 2003.

La mentira duró varios años, pero tras la crisis de 2001 y el robo de los bancos a sus clientes civiles, la desconfianza fue ganando terreno hasta cercar a las AFJP. Millones de argentinos dejaron estas empresas de especulación financiera a comienzos del 2007, cuando la Reforma Previsional encabezada por Sergio Massa, por entonces a cargo de la ANSES, brindó la posibilidad de elegir a cerca de 15 millones de ciudadanos.

Las AFJP ocupan un terreno cada vez más pequeño, tendiente a desaparecer. Y aunque esta medida llegue de la mano de las mismas personas que prefieren renovar todas sus licencias al grupo Clarín en vez de encausar una nueva ley de radiodifusión –necesaria desde hace años para construir un país más justo-, no deja de ser relevante para una re-fundación del Estado Nacional.
Por lo menos por un rato, aunque más no sea, los bancos dejarán de jugar a la ruleta con el ahorro público. Eso sí, el mismo Estado deberá demostrar cuáles son sus intenciones, sus capacidades y, principalmente, hacia adónde va.

Es difícil creer, en días de corrupción y cero conciencia social. Pero alguien dijo que las utopías sirven para caminar, y para, por lo menos de vez en cuando, ver luz del otro lado del túnel. Sea durante este Gobierno o el próximo, la necesidad de comenzar a construir un Estado transparente y capaz, es imperiosa.

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